Cuando la tierra y su biosfera son destruidos, ninguna especie viviente del planeta queda ajena a este trauma. Lo que sucede en la tierra nos toca y nos repercute exponencialmente a los seres vivos, entre ellos los seres humanos.
El mayor predador del planeta en la actualidad es el hombre. Podemos destruir todo lo que existe, incluido al planeta mismo. Hemos generado el conocimiento suficiente para ello. Esto significaría el fin de la humanidad. Sin escapatoria. Porque para emigrar del planeta aun no hay desarrollo suficiente.
Freud descubrió y describió la capacidad de autodestrucción y de aniquilación del ser humano. Es su ensayo, «Mas allá del principio del placer» habla de esta fuerza voraz que moviliza profunda e inconscientemente al hombre. Bert Hellinger habla de las dinámicas de víctimas y perpetradores, de las lealtades sistémicas que perpetúan estas dinámicas y de como este movimiento es por ahora, inevitable en la humanidad.
Matar a la tierra es como matar a los padres.
Porque la tierra es el útero y el vehículo de la vida que conocemos.
Matar a los padres es crear una herida tan grande en el sistema que ningun descendiente quedara ajeno a esto.
Matar a la tierra es generar un daño tan grande que ningún nieto o bisnieto de los ya nacidos va a poder vivir como hemos vivido en el planeta hasta el siglo XX. Habrán grandes cambios climáticos y catástrofes «naturales» y la vida sera otra.
Sera posible que los seres humanos de todo el planeta miremos mas allá de nuestros zapatos y el caminar automático de cada día a las generaciones que vienen? Que los imaginemos dejandoles un mundo destruido del que algunas películas cuentan historias terribles?
Sera posible que podamos cuidar a los padres de la vida en la tierra que nos sostiene? Con voz y coraje?
Empieza en cada conciencia. En cada uno que pueda imaginar a su descendencia y bajar la mirada avergonzado o subir la voz y actuar hoy, por ellos, el futuro que nace en el presente.
DRA VERÓNICA MOLINA