El Abordaje Trifocal del Trauma: Comprender la inteligencia del trauma para Restaurar el Equilibrio y la salud.
El Abordaje Trifocal del Trauma, desarrollado por Verónica Molina, permite abordar esta complejidad de manera integrada, combinando tres niveles esenciales que interactúan entre sí:
porque el trauma no solo deja huellas en la mente, sino también en el cuerpo y en los patrones emocionales. Comprender estos tres aspectos nos permite intervenir de manera más completa y evitar tratamientos fragmentados.
porque más allá de la experiencia personal, el trauma muchas veces es una herencia familiar o una respuesta a contextos sociales que generan inseguridad y exclusión.
El trauma no es solo una herida que permanece en el tiempo. Es, en esencia, una forma en la que el sistema humano—cuerpo, mente y emoción—ha aprendido a sobrevivir y adaptarse a experiencias abrumadoras. En muchos casos, los síntomas que hoy parecen disfuncionales fueron, en su momento, la única forma de seguir adelante. Sin embargo, cuando estas respuestas quedan fijadas en el tiempo, pueden limitar la vida de una persona, desconectandola de su bienestar y de sus relaciones.
Es en la combinación de estos niveles donde este enfoque cobra su verdadero valor. Un síntoma no es solo un problema a eliminar, sino una señal de adaptación que necesita ser comprendida en sus múltiples capas. La hipervigilancia de un paciente con ansiedad, por ejemplo, puede ser una respuesta biológica de supervivencia ante una experiencia temprana de peligro, una forma aprendida de estar en alerta dentro de su sistema familiar donde hubo violencia, o incluso una consecuencia del miedo colectivo al trauma de guerra del que vienen los ancestros. Abordar solo uno de estos aspectos sin considerar los otros sería limitar la comprensión del problema y la posibilidad de transformación.
En este seminario, exploraremos cómo la mirada trifocal permite intervenciones más profundas y ajustadas a la realidad del paciente, integrando los distintos niveles para lograr una recuperación más sólida y duradera. Porque sanar no es olvidar, negar o sublimar lo vivido, sino integrar la experiencia de manera que deje de ser una carga y se convierta en una oportunidad de transformación.
Verónica Molina concibe el Modelo Trifocal como una lente integradora para comprender el trauma en sus dimensiones más profundas y complejas. Su propósito es articular tres niveles –individual, sistémico y social– de modo que profesionales de la salud y la comunidad puedan:
En este primer eje, el Modelo Trifocal aborda el trauma como una experiencia que queda “registrada” en el organismo y en la historia personal:
Aquí el trauma se entiende como un fenómeno que trasciende al individuo y se enreda en las dinámicas familiares y comunitarias:
El tercer eje amplía el escenario hacia las estructuras y narrativas compartidas tanto históricas como actuales, considerando como las experiencias que no han sido digeridas en la historia ancestral o social dejan huellas y siguen reproduciendo dinámicas traumáticas sistémicas y sociales.
Este modelo no solo invita a reconocer el trauma, sino a honrarlo como oportunidad de sanación profunda y de reconstrucción de vínculos, tanto íntimos como comunitarios. Conocer el trauma es el primer paso para transformar el dolor en una fuerza de cambio y conexión.
de Stephen Porges.
según la perspectiva de las neurociencias y Peter Levine.
y el presente como fruto de la integración del pasado no elaborado según el modelo de Thomas Hûbl.
trauma médico, trauma vicario, trauma secundario.
El trauma en el ámbito médico es un fenómeno de alcance sistémico que afecta tanto a los pacientes como a los profesionales de la salud. La exposición continua al sufrimiento, la enfermedad, la muerte y el duelo genera en quienes atienden un alto nivel de estrés y riesgo de burnout, trastorno de estrés postraumático, trauma vicario y trauma secundario. La Teoría Polivagal de Stephen Porges nos ayuda a comprender cómo el sistema nervioso autónomo alterna entre tres estados básicos —seguridad y conexión social (vía vagal ventral), movilización defensiva (activación simpática) y congelamiento o disociación extrema (vía vagal dorsal)— y por qué la activación mantenida de las vías simpática o dorsal dificulta la presencia empática y el autocuidado de los profesionales en situaciones de alta tensión.
Por su parte, la Experiencia Somática de Peter Levine describe el trauma no tanto como el suceso en sí, sino como la respuesta fisiológica de lucha o huida que permanece “atrapada” en el cuerpo cuando no se completa. Mediante prácticas de descarga somática —pequeños temblores, movimientos de liberación y la técnica de “pendulación” entre momentos de activación y reposo— se restablece el equilibrio del sistema nervioso y se previene la cronificación de síntomas físicos y emocionales.
En este contexto, el trauma vicario surge de la acumulación de carga emocional al escuchar repetidamente historias de sufrimiento ajeno, mientras que el trauma secundario se caracteriza por síntomas muy parecidos al TEPT tras involucrarse profundamente con pacientes traumatizados. Según estudios recientes, alrededor del cuarenta por ciento de los profesionales de la salud mental y el treinta y cinco por ciento de los médicos experimentan señales de trauma vicario, y el veinte por ciento de los trabajadores sanitarios presentan signos claros de trauma secundario. Asimismo, los pacientes sometidos a estancias prolongadas en unidades de cuidados intensivos pueden desarrollar síntomas de trastorno de estrés postraumático en hasta un veinte por ciento de los casos, un dato que subraya la importancia de comprender y abordar el trauma médico.
Las evidencias científicas disponibles muestran que casi la mitad de los médicos y la mitad de los estudiantes de medicina reportan síntomas de agotamiento emocional, que el acompañamiento empático de los profesionales puede reducir en un treinta por ciento los síntomas de estrés en familiares de pacientes críticos, y que la tasa de suicidio en médicos es entre una vez y media y dos veces y media superior a la de la población general. Frente a este panorama, integrar una asignatura de Psicotrauma en la formación médica proporciona herramientas teórico-prácticas esenciales para que futuros profesionales reconozcan y gestionen sus propias respuestas al estrés, practiquen la autorregulación y el autocuidado, y ofrezcan una atención más empática, segura y sostenible a sus pacientes.